
-Cuéntame como empezó todo.
-Esta historia que contaré me pasó hace un año, y fue el inicio de mi carrera como ladrón. Ocurrió durante las navidades pasadas, eran las nueve de la noche y hacía un frío que pelaba en la calle. Estaba yendo a casa de mis abuelos, estaba un poco triste porque se me había olvidado comprar el regalo del amigo invisible que hacíamos entre la familia. Mi abuelo se iba a quedar sin regalo por mi culpa, porque me había dado pereza irlo a comprar la semana pasada, y la otra también; solo le faltaba esto a mi abuelito! El pobre estaba un poco deprimido porque hacía poco el médico le había advertido que era mejor que no siguiese conduciendo, y ahora sufría una crisis de edad. La usual crisis de los octogenarios.
El caso es que llegando a su casa, me fijé en una tienda que aún permanecía abierta a pesar de la hora. Entré a mirar, no era mi intención entonces hacer lo que hice. Yo no llevaba ni un céntimo encima, y una interesante caja de puros reposaba en el aparador lejos de la vista del dependiente. Me lo pensé dos veces antes de actuar, pero mi abuelito no se merecía no tener regalo, atravesaba una mala época y lo que menos necesitaba era sentirse olvidado: atrapé la caja, y me la guardé entre el abrigo y la camiseta. Un enorme bulto cuadrado salía de mi barriga. Me fui corriendo, y cuando estuve ya lo bastante lejos, había llegado a la casa de mis abuelos.
A él le encantó el regalo, y a mi me encantó lo realmente fácil que fue robar aquella caja de puros. Entonces cometí mi error… seguí delinquiendo durante semanas, y meses, cada vez con objetivos más caprichosos y difíciles de conseguir, hasta hoy. Me habéis pillado robando en un banco. Las posibilidades de fracaso eran escasas, pero me habéis cogido, y ya no volveré a incidir. Es el fin de mi carrera.
-Una buena historia.
-La llamarías buena?
-Soy policía, pero quien no ha robado algún caprichito?
-Por Dios! Deberías avergonzarte!
-Lo hiciste por tu abuelo.
-Pero robé, y yo me avergüenzo.
-Esta historia que contaré me pasó hace un año, y fue el inicio de mi carrera como ladrón. Ocurrió durante las navidades pasadas, eran las nueve de la noche y hacía un frío que pelaba en la calle. Estaba yendo a casa de mis abuelos, estaba un poco triste porque se me había olvidado comprar el regalo del amigo invisible que hacíamos entre la familia. Mi abuelo se iba a quedar sin regalo por mi culpa, porque me había dado pereza irlo a comprar la semana pasada, y la otra también; solo le faltaba esto a mi abuelito! El pobre estaba un poco deprimido porque hacía poco el médico le había advertido que era mejor que no siguiese conduciendo, y ahora sufría una crisis de edad. La usual crisis de los octogenarios.
El caso es que llegando a su casa, me fijé en una tienda que aún permanecía abierta a pesar de la hora. Entré a mirar, no era mi intención entonces hacer lo que hice. Yo no llevaba ni un céntimo encima, y una interesante caja de puros reposaba en el aparador lejos de la vista del dependiente. Me lo pensé dos veces antes de actuar, pero mi abuelito no se merecía no tener regalo, atravesaba una mala época y lo que menos necesitaba era sentirse olvidado: atrapé la caja, y me la guardé entre el abrigo y la camiseta. Un enorme bulto cuadrado salía de mi barriga. Me fui corriendo, y cuando estuve ya lo bastante lejos, había llegado a la casa de mis abuelos.
A él le encantó el regalo, y a mi me encantó lo realmente fácil que fue robar aquella caja de puros. Entonces cometí mi error… seguí delinquiendo durante semanas, y meses, cada vez con objetivos más caprichosos y difíciles de conseguir, hasta hoy. Me habéis pillado robando en un banco. Las posibilidades de fracaso eran escasas, pero me habéis cogido, y ya no volveré a incidir. Es el fin de mi carrera.
-Una buena historia.
-La llamarías buena?
-Soy policía, pero quien no ha robado algún caprichito?
-Por Dios! Deberías avergonzarte!
-Lo hiciste por tu abuelo.
-Pero robé, y yo me avergüenzo.
Miquel Castellà Cesari
3r C
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