
Detective John
Estaba ordenando y haciendo papeleo en la oficina cuando alguien llamó al teléfono. Me informaron sobre un crimen. Me puse en marcha. Llegué sobre las 18:30. Entré en la habitación del suceso después de atravesar unos infinitos pasillos enmoquetados. Era una mansión enorme. En la habitación se encontraban tres policías, investigadores y el capitán Ruthinguer.El cadáver estaba sentado en la silla apoyando la cabeza sobre una máquina de escribir. El amigo estaba escribiendo un libro antes del accidente. Después de intercambiar saludos pregunté al investigador la hora de la muerte. Murió sobre las 12:30 p.m. Encontré el libro ya mencionado, un perro muerto, una mancha en el pantalón, una cucharilla, una taza de té, y un olor desagradable que noté al principio y deduje que sería la descomposición del cadáver. Me fui al despacho y pensé como nunca lo había hecho durante un mes con la declaración de la esposa, dijo que estaba esperando en la mesa para comer cuando la sirvienta bajó del despacho gritando. Estudié bien todas las opciones y no llegué a ninguna conclusión.Volví a la casa. Revisé las habitaciones que había, a ver si podian alumbrar algo: Cuatro despachos, seis habitaciones, dos cocinas, un cuarto de animales siete lavabos y una habitación con plantas. Me sorprendió la variedad. No se me ocurrió nada en dos meses. Y el caso se cerró. Me quedé con un vacío dentro. Se dijo que fue una muerte natural. Pasaron, nueve meses. Ya había olvidado el caso, y había seguido con mi vida cuando me llamaron diciendo que había habido otra muerte en esa misma casa! Fui lo más rápido posible. Llegué. Me dijeron que me pusiera mascarilla. Había uno de los cocineros muertos en la sala de plantas, justo en un rincón más apartado dentro de una pequeña sala al lado de una planta que tenía unas etiquetas donde ponía: venenoso si se aspira.Clic! Todo encajó: al perro seguramente lo habían rociado del olor de esa planta, había ido al despacho, su amo lo aspiró y murió. Entonces me acordé del día que entré al despacho por primera vez, hacía exactamente el mismo olor. Mi trabajo no podía avanzar más.
Pere Martínez Ibar
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