viernes, 27 de febrero de 2009

Una vida triste

Estaba allí en medio de la multitud como uno más. Sólo que yo no era uno más. Yo no soy uno más, porque nadie me podía ver.Todo se remonta un año atrás, cuando aún todos me podían ver. Me acuerdo perfectamente, nevaba, igual que hoy.

Me hallaba solo en casa envolviendo los regalos de navidad. Mi mujer y mis hijos estaban en el centro comercial, cuando me entró sueño, guardé todo y me dirigí pesadamente hacia mi sillón, delante del fuego. Eso fue mi perdición, creo. Después de eso no sé muy bien lo que sucedió, pero lo primero que recuerdo fue verme a mí mismo espachurrado en el sillón.

Desde entonces he ido vagando de aquí para allá, pues después de lo sucedido, intenté hablar con mis familiares y no pude hacerlo.

Cuando llevaba aproximadamente medio año con mi desgracia, me sucedió algo espeluznante:

¡Alguien me puedo ver! Pero no era alguien cualquiera. Era una chica ciega. Se quedó “mirándome” allí plantada en medio de la calle. Y entonces le pregunté muy sorprendido:

-¿Puedes verme?
-Sí -me contestó ella.

Después de estarnos aproximadamente diez minutos mirándonos, nos dirigimos a un lugar más tranquilo donde nos explicamos nuestras vidas y cómo habíamos llegado hasta allí.

Desde entonces ambos hemos estado vagando juntos de aquí para allá. Nos entendemos muy bien, o mejor dicho, nos entendimos muy bien durante cinco meses fabulosos. Ella era mi conexión con el mundo real y yo le hacía compañía.

Hasta en una ocasión ella habló, o intentó hablar, con mi familiar, pero ellos no creyeron su historia y le cerraron la puerta en la cara. Después salió corriendo huyendo de los loqueros del manicomio de enfrente, alertados por las voces de mis familiares.

Ahora hace ya un año de mis desgracia y hace casi un mes que ya no tengo compañera de viaje. Se murió. Un día, la pobre se acercó a comprarse comida, mientras yo me encontraba en uno de esos ratos en lo que estaba observando a mi familia, y la atropellaron.

Y así es como estoy después de transcurrido un año de mi muerte, condenado a vagar solo hasta el fin de los tiempos y del mundo.


NÉSTOR CRUZ LOPEZ
3º B

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