Era un día caluroso. Clara estaba en su habitación mirando por la ventana. Estaba sin ganas de hacer nada, pero al mismo tiempo quería hacer algo grande. Estaba frustrada. Era la primera semana de vacaciones. Siempre le pasaba lo mismo en esa época. Odiaba el verano. Odiaba todo lo que le obligaba a separarse de sus dos amigas. Las dos ya habían salido de vacaciones, dejándola sola y triste. Sus padres estaban trabajando y su hermano pequeño había salido a jugar con sus amigos. “¡Qué inocente!” pensaba ella. Sin pensarlo corrió escaleras a bajo y no se dio cuenta hasta que se encontró en la calle. Miró a su alrededor. Nadie, absolutamente nadie, rondaba por esa zona. Bajó la calle principal hasta llegar a la rotonda. Era la rotonda principal del pueblo, sin embargo se encontraba en una humillante situación. Sonrió irónicamente y giró a la derecha, pasando por una calle estrecha y mal asfaltada, la calle Varón. Estaba casi oscuro ya que la luz a penas llegaba a dar sobre esos balcones llenos de flores. “¿Cómo pueden sobrevivir?”, pensaba ella sin darle demasiada importancia. Vio a un anciano salir del balcón que ella observaba. Él tembloroso le sonrió y le saludó amablemente. Ella le devolvió el saludo y continuó con su camino. Al final de esa calle, se abría una calle amplia con suficiente luz para deslumbrar durante unos segundos a los ojos acostumbrados a la penumbra de la valle Varón. Travesó la calle sin mirar ya que en esa hora no pasaba nadie. Por fin llegó a donde quería. Era un pequeño parque rodeado por pequeñas plantas y flores mal cuidadas. A dentro había tres bancos que siempre estaban ocupados por los mismos ancianos. Se pasaban allí todo el día con la mirada perdida. Ese día Clara echó de menos a un viejo que siempre gritaba a los niños que arrancaban las flores. “Supongo que habrá muerto”. Fue lo primero que se le ocurrió, pero en ver que era una tontería, se rió de si mismo. “Seguramente que hasta este viejo tiene unos días de vacaciones”, cosa que ella había perdido desde que sus padres se instalaron en la empresa “Odel Pora” de la ciudad de al lado. Estaba ya en el centro del parque. Miró hacia su alrededor y entonces fue cuando pensó porqué había ido allí. Odiaba ese parque, sin embargo siempre que estaba frustrada iba allí casi siempre sin darse cuenta. Sentía el mundo caerse encima de ella. No sabía que hacer, pero lo que tenía claro es que no quería regresar a su casa. Salió del parque histérica y bajó por la avenida Sant Jordi. Era una calle muy amplia y con casas casi nuevas. Era una zona muy tranquila y nadie se relacionaba con sus vecinos ya que todos se sentían superiores a los otros y se mostraban indiferentes delate de cualquier efecto de simpatía. A Clara le repugnaba esa calle y su gente, pero al mismo tiempo quería ser como ellos, sentirse indiferente delante de cualquier situación, aunque sabia que ellos no eran así, que solo lo simulaban. Ella odiaba que la gente le dijera que era una sentimental aunque ella sabia perfectamente que todo lo que decían de ella era absolutamente cierto.
Mientras caminaba iba observando los carteles de las tiendas. Eran muy llamativos pero con un gusto nada refinado. Había una gran variedad de tiendas, desde una verdulería hasta un videoclub, aunque casi todas estaban cerradas. Vio una máquina de helados. Puso en ella una moneda de dos euros sin pensar que no le podría devolver el cambio y escogió un helado de chocolate y nata. Lo cogió y lo observó detenidamente. Entonces fue cuando se dio cuenta de que no tenía apetito por un helado. Lo había comprado sin pensar. Se lo comió sin ganas mientras atravesaba un oscuro callejón, ya que por allí llegaba antes a su casa. Se terminó el helado y se puso las manos en los bolsillos. Caminaba mirando al suelo hasta que llegó a la calle de detrás de su casa. Entonces fue cuando vio a Isaura. Era una chica más alta que ella. Tenía el pelo largo y liso, muy oscuro, donde se reflejaban los rayos del sol y lo hacían parecer castaño. Llevaba una camiseta azul y una falda del mismo color que le llegaba hasta las rodillas. Estaba distraída mirando unos carteles de publicidad. Clara no podía creer lo que veían sus ojos. Pensó que se equivocaba de persona, ya que se veía muy diferente de cómo la había visto por última vez hace dos años. Pronunció su nombre en voz muy flojita y llena de dudas por miedo de equivocarse. Isaura se giró sorprendida y en ver a Clara se abrazó rápidamente a ella. Clara no podía creerlo.
—¿Qué haces por aquí?
—Había ido a tu casa pero tu no estabas.
—¡Me refiero aquí, al pueblo!
—¡A! bueno, he venido a visitar a mis abuelos.
—¿Y cuanto tiempo te quedas? Al menos dime que te quedas dos días o tres, ¡por favor!
—¡No!
—¡O no! ¿Te marchas esta tarde?
—¡Me quedo todo un mes!
—¿¡Qué!?
Clara estaba conmovida. Se lanzó sobre su amiga muy contenta. Isaura había ido a vivir a otra ciudad hace dos años. Ahora en volver ha hecho que Clara se olvidara de toda la frustración de antes.
Marc Mora
4º C
Mientras caminaba iba observando los carteles de las tiendas. Eran muy llamativos pero con un gusto nada refinado. Había una gran variedad de tiendas, desde una verdulería hasta un videoclub, aunque casi todas estaban cerradas. Vio una máquina de helados. Puso en ella una moneda de dos euros sin pensar que no le podría devolver el cambio y escogió un helado de chocolate y nata. Lo cogió y lo observó detenidamente. Entonces fue cuando se dio cuenta de que no tenía apetito por un helado. Lo había comprado sin pensar. Se lo comió sin ganas mientras atravesaba un oscuro callejón, ya que por allí llegaba antes a su casa. Se terminó el helado y se puso las manos en los bolsillos. Caminaba mirando al suelo hasta que llegó a la calle de detrás de su casa. Entonces fue cuando vio a Isaura. Era una chica más alta que ella. Tenía el pelo largo y liso, muy oscuro, donde se reflejaban los rayos del sol y lo hacían parecer castaño. Llevaba una camiseta azul y una falda del mismo color que le llegaba hasta las rodillas. Estaba distraída mirando unos carteles de publicidad. Clara no podía creer lo que veían sus ojos. Pensó que se equivocaba de persona, ya que se veía muy diferente de cómo la había visto por última vez hace dos años. Pronunció su nombre en voz muy flojita y llena de dudas por miedo de equivocarse. Isaura se giró sorprendida y en ver a Clara se abrazó rápidamente a ella. Clara no podía creerlo.
—¿Qué haces por aquí?
—Había ido a tu casa pero tu no estabas.
—¡Me refiero aquí, al pueblo!
—¡A! bueno, he venido a visitar a mis abuelos.
—¿Y cuanto tiempo te quedas? Al menos dime que te quedas dos días o tres, ¡por favor!
—¡No!
—¡O no! ¿Te marchas esta tarde?
—¡Me quedo todo un mes!
—¿¡Qué!?
Clara estaba conmovida. Se lanzó sobre su amiga muy contenta. Isaura había ido a vivir a otra ciudad hace dos años. Ahora en volver ha hecho que Clara se olvidara de toda la frustración de antes.
Marc Mora
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